martes, noviembre 21, 2006

Estado sin Nación y Nación sin Estado: Hacia un entendimiento de la soberanía compartida

De acuerdo con la clásica teoría de Estado, que aún viene impartiéndose en algunas facultades de Ciencia Política y Derecho Constitucional, la compleja relación entre Estado y nación fuerza a postular la interdependencia entre ambas categorías. Por años, y aún hasta hoy, se suele interiorizar la tesis que los identifica, tesis conocida como el dogma del Estado - Nación, el cual presenta una vertiente descriptiva (Estado y nación son coincidentes) y otra normativa (a cada Estado debe corresponder una nación, y viceversa). De esta forma, la soberanía sería unívoca y monocéntrica.

Desafortunadamente, y con la venia de aquéllos que profesan un nacionalismo in extremis, ese dogma está en retirada, pues su falacia viene siendo demostrada no solamente a nivel teórico, sino sobretodo desde el punto de vista empírico. Y es que hoy, aunque suene paradójico, existen Estados sin nación y naciones sin Estado propio. Prueba fehaciente del primer supuesto es el Reino Unido, en el que los 4 países del reino (Gales, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte) difícilmente reivindican una nación británica; y del segundo supuesto, Palestina, nación que hace años viene clamando ser Estado.

El país Vasco sería otro ejemplo de una nación que desea reivindicar un Estado propio diferente al español, y lo mismo habría que decir de Chechenia, que pese a la pérdida de vidas humanas reclama su secesión de la federación Rusa. Estas evidencias de Estados plurinacionales y de naciones sin Estado propio (los casos de Chipre, las islas Aaland en Finlandia, y las islas Faroe en Dinamarca, no deberían pasar desapercibidos) llaman a la reflexión y al debate, toda vez que las transformaciones que venimos experimentando, supondrá nuevas construcciones políticas y una reingeniería de la concepción misma de Estado.

¿Qué tiene un Estado, que no tenga una nación? Palestina, que posee un profundo sentimiento patriótico, a pesar de no ser Estado formalmente reconocido, carece de un territorio perfectamente delimitado. Asimismo, una nación sin Estado propio no tiene soberanía ni personalidad jurídica internacional, con lo cual si una nación desea tener soberanía política tendría que ejercer, vía referéndum, su libre autodeterminación. El caso del nuevo Estado de Montenegro, independizado de Serbia hace poco más de 4 meses, es ilustrativo al respecto.

Pero las transformaciones políticas van mucho más de lo que nos imaginamos, y actualmente estamos frente a un ente que no siendo nación, ni Estado, goza de soberanía. Nos referimos a la Unión Europea, un cuerpo supranacional surgido en 1992 con el Tratado de Maastricht, aunque el proceso de integración europea viene desde 1952 con la Comunidad Económica del Carbón y Acero (CECA), seguida en 1957 con la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o EURATOM) en 1958.

Esta soberanía de la Unión Europea es denominada soberanía compartida, pues los 25 Estados miembros (a futuro 28 con los ingresos de Rumania, Bulgaria y probablemente Turquía) han decidido ceder parte de su soberanía a favor de la Unión. En virtud a este proceso de integración comunitaria se ha transitado de la idea de Estado – Nación a Estado miembro de la comunidad, y se ha instaurado la ciudadanía europea para los ciudadanos de los Estados parte. De esta manera, un vasco es ciudadano vasco, ciudadano español, y ciudadano europeo; uno de Flandes es ciudadano flamenco, belga, y europeo.

El revés sufrido por la negativa de Francia y Holanda a ratificar el Tratado Constitucional para Europa es consustancial a todo proceso de integración, dada su complejidad; no obstante, al margen de la existencia de pocas voces que perciben tal negativa como un retroceso, la Comisión Europea, el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo, y sobretodo el Tribunal de Justicia Europeo, son instituciones de la Unión garantes de las políticas de integración y de la legalidad comunitaria.

En el Perú, la clase política, la ciudadanía, los partidos, los gobiernos, entre otros actores, deberían ser conscientes que los conceptos de Estado, nación, nacionalismo, vienen reinventándose de tiempo en tiempo, y que hoy el paradigma de los Estado – Nación, la idea de que únicamente la soberanía estatal implica poder real, y la tesis de que sólo existe el Derecho de un Estado, son postulados caducos. Es menester, por tanto, educar a la ciudadanía, máxime cuando tenemos retos como la Comunidad Sudamericana de Naciones y la consolidación de la Comunidad Andina de Naciones.

Si bien estas transformaciones son inevitables, llama la atención el comportamiento de Alan García y la pléyade de neoliberales (bajo la batuta de Aldo Mariátegui desde su pasquín) que nos están conduciendo al abismo. El primero, porque pese a que estamos sometidos a la Convención Interamericana de Derechos Humanos, advierte demagógicamente con instaurar la pena de muerte para violadores y terroristas. Y los segundos, porque saben que en la Unión Europea no hay cabida para su antojadiza máxima “dejar hacer, dejar pasar”.

Hay libre competencia sí, pero la libertad económica se armoniza con un control de la Unión, que impone incluso topes a la producción agrícola de las empresas asentadas en cada Estado miembro. La búsqueda de un mercado común impone ciertas restricciones por parte de la Unión, y el Tratado Constitucional para Europea habla de una economía social de mercado. La Unión Europea profesa entre sus fines el empleo, la protección social, la libertad, justicia, seguridad, y el respeto por los derechos fundamentales de los ciudadanos europeos se constituye en la piedra angular de la integración.
20/11/06
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un apunte Jans, en el País Vasco no existe por parte de la mayoría de la sociedad vasca un anhelo de Estado, nunca lo ha existido, al menos como sentimiento generalizado, la prueba la tienes en que el referendum constitucional español y europeo ganó el sí sobradamente, así mismo existe el precedente del referendum estatutario (el Estatuto emana de la Constitución) en que la votación fue masiva. Más bien el tema, sin negar desde luego la identidad nacional vasca, gallega o catalana, como hace la Constitución en el artículo 2 se reconduce hacia la realidad foral que fue abolida por el Estado liberal del siglo XIX.

Jans Erik dijo...

Vale la aclaración Dani, pero en el artículo señalo expresamente: "El país Vasco sería otro ejemplo de una nación que desea reivindicar un Estado propio", no dije que la mayoría de la sociedad vasca posea una anhelo de Estado.

Ahora bien, los datos que manejo es que cuando la constitución española fue sometida a referéndum, de un censo de 1.562 737, a favor votaron 291.222, en contra 105.482, y la abstención activa fue masiva (PNV, EE y Batasuna se opusieron).

En lo que sí fue arrollador fue la aprobación del estatuto de autonomía vasca.

En cuanto a la constitución europea no tengo datos, pero aunque Euskadi hubieran estado en contra, igual ganaba el SI, porque la ratificación fue a nivel de España.

Anónimo dijo...

En cualquier caso ganó el sí en el referendum de la constitución europea y el sí en la española...

Un saludo.