viernes, enero 25, 2008

¿Reforma de Estado o Contrarreforma?

Por vez primera, desde la asunción a su segundo gobierno, Alan García llegó a España, específicamente a la comunidad de Madrid, con el propósito principal de invitar a nuevas empresas ibéricas para que inviertan en el Perú, en un contexto de apertura comercial inédita, tratados de libre comercio, crecimiento económico sostenible, modernización de la administración pública, estabilidad jurídico tributaria con las multinacionales, y demás generosos beneficios con el gran capital e inversores internacionales.

Como gerente de marketing esa fue su gran misión, dejando felices a directivos y ejecutivos de empresas como Telefónica, Repsol YPF, BBVA, Santander, MAPFRE, entre otras que tienen inversiones en Perú y aquellas que tienen expectativas en invertir. La consecución de financiamiento para la lucha contra la pobreza y el analfabetismo, el tema medio ambiental, el fortalecimiento de los lazos de cooperación internacional, e incluso el apoyo de Zapatero para que intermedie un TLC con la UE al margen de la “Comunidad Andina de Naciones”, fueron objetivos meramente accesorios.

En medio de una agenda estrictamente económica evitó abordar la forma y el modo como viene implementándose la reforma del Estado, acaso por excesiva confianza en su viabilidad, quizá por considerarla trivial, o simplemente por evadir las burlas de un auditorio que, pienso, entiende mejor que su gobierno los procesos de modernización de las administraciones públicas y la gestión pública de las políticas sectoriales. García cree que para conseguir objetivos económicos, políticos y sociales, basta con un crecimiento envidiable de PIB. Lo institucional, lo organizativo, la gestión, no importan.

Craso error del gobierno. Poner en marcha el buen gobierno supone el diseño de una agenda política cuyas propuestas se traduzcan en políticas públicas, y en donde la ejecución e implementación de las mismas recaiga en manos de una adecuada administración central, regional, o local. Lo institucional, por tanto, importa, y mucho más de lo que imagina García, pues su relevancia permite despejar dudas como ¿Por qué el proceso de descentralización está paralizado?, ¿Por qué las entidades del sector público no logran los objetivos institucionales que se proponen?, ¿Por qué no hay eficacia y eficiencia en el presupuesto público?, o ¿Porqué tenemos los funcionarios que tenemos?

Si la gestión pública del país es precaria, la causa fundamental radica en la inexistencia de un Ministerio de Administraciones Públicas, órgano público capaz de dar lineamiento en gestión y administración, así como formular diseños organizativos y procesos innovativos de gestión que consoliden una adecuada provisión de servicios públicos. En el contexto mundial el Perú es una de las pocas experiencias que carece de una entidad clave como la mencionada. España, Brasil, México, Portugal, Venezuela, Costa Rica, Ecuador, Chile, cada uno con diferentes denominaciones y matices, son ejemplos ilustrativos que cuentan con un ministerio u otro ente rector con autonomía política, capaz de llevar adelante políticas de gestión pública. ¿Y lo que fue el CND, hoy secretaría de descentralización?, ¿Y la “Secretaría de Gestión Pública”? Son entidades inertes e infuncionales adscritas a la PCM, meros órganos de línea carentes de autonomía política efectiva, de las que no cabe generarse grandes expectativas.

Después del autogolpe de 1992 Fujimori mató al Instituto de Administración Pública (INAP) -órgano que pudo ser el germen de un futuro ministerio de administración- transfiriendo sus atribuciones a la “Dirección Nacional de Programación Multianual”, ente dependiente del MEF, cuyos resultados saltan a la vista: Inexistencia de planeamiento global, en virtud al cual no hay visión de país ni un plan de desarrollo nacional; marginación de la función pública, lo que explica la calidad de funcionarios públicos que detentamos; puestos y escalas remunerativas anárquicas; estructuras organizativas infuncionales; presupuestos huérfanos formulados sobre la base de meros indicadores macroeconómicos; escasa cultura del servicio civil; falencias sustantivas de la burocracia, las que hacen aflorar sus defectos y no sus virtudes.

Lógicamente, lo institucional supone voluntad política de quienes gobiernan y una reingeniería de la administración por parte de expertos. Requiere, asimismo, consenso y participación de la sociedad civil organizada en la formulación e implementación de reformas creativas. De esta forma, la creación de institucionalidad política gozará de eficacia y de legitimidad social. Si a ello le sumamos un blindaje normativo para evadir las corruptelas y viejas prácticas corporativas, nuestro proceso de reforma y modernización resulta prometedora.

Por tal razón, mi propuesta aboga por la creación de un Ministerio de Administración Pública, que albergue en su seno 3 vice - ministerios claves: Planeamiento y desarrollo, Reforma de Estado y Descentralización, y Función Pública y servicio civil. Cada una con sus diferentes organizaciones y élites burocráticas, con autonomía político normativa, y con alta profesionalización. Sólo a partir de esta reforma, podemos mirar con ojos optimistas las propuestas del gobierno en esta temática, y no saludar a priori, como algunos incautos, la creación de un ministerio de medio ambiente.


sábado, enero 19, 2008

Ojo, pestaña y ceja

Días atrás el Ministro de Educación ultimó detalles de la convocatoria a concurso público para docentes, en virtud a la ley 28649 y el DS 027-2007-ED. Para tal efecto, se han previsto en total 23,733 plazas vacantes a nivel nacional, destinadas a educación especial, alternativa, regular (que incluye básica, primaria, secundaria), y educación técnica productiva. La medida ha generado expectativas en 120 mil profesores que van a tentar una plaza, y no se ha hecho esperar algunos cuestionamientos del SUTEP a ciertas disposiciones del sector.

El citado concurso obedece al propósito central del gobierno: Encarar la crisis de la educación, a partir de la mejora progresiva en la calidad educativa del país, traída a menos por diferentes actores que en conjunto son responsables solidarios de nuestra precaria formación escolar. En tal sentido, se exigirá una calificación mayor a 14 para acceder a la segunda etapa, se valorará la pertenencia de los candidatos al tercio superior de pregrado, y se cuidará que no tengan destituciones, suspensiones, u otras sanciones impuestas en los últimos 5 años de carrera magisterial.

Si bien podemos estar de acuerdo en que la educación del país requiere mayores docentes, altamente competentes, capacitados académica y emocionalmente, es necesario tener en cuenta que el incremento de los recursos humanos no supone per se el logro de la eficacia y eficiencia educativa. El problema de la formación educativa no es mono causal, dado que su crisis obedece también a otros factores como el irrisorio gasto público en el sector, precarias remuneraciones, ausencia de incentivos a los maestros, escasa formación profesional, planes curriculares caducos, patrimonialización del sector por un sindicato decimonónico y ausencia de políticas públicas innovadoras.

Por cierto, no escapa como factor desencadenante de tal crisis la intromisión de los gobiernos de turno en los concursos y nombramientos realizados año tras año. Es sabido que por la importancia del sector y otros sectores como salud, justicia, interior, defensa y relaciones exteriores, la normativa presupuestal es algo más flexible para contratos y nombramientos anuales, siendo aprovechado por los partidos de gobierno para congraciarse con su militancia, carnetizada o no, y con los allegados al entorno político.

Evidencias empíricas de intromisión política hay muchas, y en la medida que el gobierno aprista está empecinado, dizque, en una reforma integral, conviene traer a colación el nombramiento de miles de docentes escolares durante su primer gobierno, más por filiación política que por mérito propio. Desde esa perspectiva, resulta imperativo estar atentos y vigilantes ante el concurso público venidero, dado que no solamente está en juego el sector educativo, sino también salud y sanidad, así como obras de infraestructura social.
En efecto, otros sectores han quedado habilitados para contratar o nombrar personal, al amparo de la ley del presupuesto 2008, cuyos anexos curiosamente no aparecen adjuntos a la norma. De esta forma, se prevé 1,724 nombramientos en salud; 308 plazas para 6 universidades públicas del país (entre docentes y personal administrativo); 1,288 para el Poder Judicial; 225 en favor de la ONP y 2,107 para el Ministerio Público. Otros sectores son: Defensa (1,314), Interior (7,230), RREE (45), DEVIDA (11), RENIEC (350), etc.

Esta amplitud de nombramientos y contratos son excepciones a las disposiciones de austeridad, racionamiento, y disciplina del gasto público. Las otras entidades del sector público no pueden contratar, menos nombrar, si no existe una plaza debidamente presupuestada. Lo cierto, en todo caso es que como ciudadanos activos pongamos en marcha procesos de auditoria social, con la finalidad de poner coto y freno a las conductas antidemocráticas y arbitrarias a la que ya nos tiene acostumbrados el gobierno aprista.

Procura sobremanera el doble discurso que sobre la descentralización de la educación viene esbozando el presidente García. Un tiempo atrás propuso el “shock” de la descentralización, en el que se daría la transferencia de educación a los gobiernos locales, sin embargo, los nombramientos y concursos siguen siendo manejados desde el Ministerio de Educación, desconcentrando algunas funciones y reservando las cuestiones meramente operativas en las UGELs y en las direcciones regionales de educación.

Urge corregir la propuesta de municipalizar la educación, redireccionando la transferencia de esta competencia a las regiones. Es vital que éstas coordinen con el SUTEP, las APAFAS, los municipios, los CCR, expertos en el tema, para la elaboración de nuevos currículos que respondan a la realidad vigente. Materias caducas e infuncionales como religión deben ser optativas; la formación del alumno debe ser científica, cívica, humanista y moral. Sin ello, y otras medidas vanguardistas de reforma educativa, seguiremos a años luz de los países más desarrollados, y probablemente la brecha se acreciente, porque son los hombres y mujeres del mañana, de cuya formación depende el progreso de una sociedad.