Todo hace prever que en los próximos años el país continuará el boom económico, según palabras del propio Alan García, lo cual nos llena de satisfacción por tratarse del Perú, pero a la vez nos invita a tomar cautela, porque quienes han ejercido el poder durante los últimos 20 años han gobernado para sí y para una pequeña oligarquía. Ad portas del año 2007 merece reflexionar sobre cuatro cuestiones: ¿El crecimiento de las exportaciones es real o aparente?, ¿La prosperidad se produce en todos los sectores macroeconómicos?, ¿Si hay bonanza económica por qué existe tanta pobreza?, ¿El boom económico garantiza la democracia en nuestra sociedad?
Toledo y el actual presidente García hacen gala de que las exportaciones están creciendo a un ritmo acelerado, pero cabría preguntarse si ello se debe a que existe mayor producción de bienes exportables, o es que el precio de los bienes que ya exportamos se ha incrementado en el mercado internacional. Más generoso parecería ser la primera alternativa, porque los precios internacionales, por ejemplo de nuestros minerales, podrían caer en virtud a distorsiones cambiarias, o por el surgimiento de nuevos competidores que ofrezcan el producto a menores precios.
De otro lado, es necesario preguntarse si el crecimiento económico viene siendo uniforme en todos los sectores macroeconómicos, o es que el fuerte despegue del sector minero y del sector construcción, compensan el débil crecimiento del sector agrícola, pecuario, pesquero. En la medida en que el agro demanda mayor mano de obra que la minería, el gobierno debe poner énfasis en este sector para generar empleo, y su exacerbado optimismo en los precios de nuestros minerales debe tomar en cuenta que la bonanza minera es limitada en el tiempo, por tratarse de recursos naturales no renovables.
Y si venimos creciendo por años, ¿Por qué no se percibe a nivel de indicadores microeconómicos?, ¿Por qué no se siente el chorreo?, ¿Por qué la pobreza aprisiona a la mitad de las familias peruanas? Creo que una explicación convincente de esta paradoja recaería en los economistas serios y responsables. Baste con señalar que una de las razones se traduce en que la riqueza está pésimamente distribuida, y la brecha económica entre quienes tienen más y quienes tienen menos es incontrolable e inmanejable.
Respecto a la última cuestión, por años se ha pretendido dilucidar si el logro de la democracia, o su estabilidad, depende del crecimiento económico que un país puede experimentar. Así lo entendió Estados Unidos después de la segunda guerra mundial, y creyó que para lograr democracias sólidas en Latinoamérica eran necesarios organismos multilaterales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), para coadyuvar a la lucha contra la pobreza de la región.
Académicos de talla mundial como Seymour Lipset y Robert Dahl, con ciertos matices, sostuvieron tesis en la misma línea, pensando que el factor causal de la democracia era el crecimiento económico. No obstante, Muller relativizó tal determinismo al considerar que si la renta per capita era distribuida inequitativamente, el impacto para la democracia sería negativo. Me adhiero a esta última afirmación porque estoy convencido que un crecimiento económico que genera grandes desigualdades es incompatible con el ideal democrático.
A la luz de los nuevos conceptos que ha adquirido la democracia y de los múltiples componentes que posee, considero que el crecimiento económico será favorable a la democracia cuando vaya acompañada de un descenso en los niveles de brecha económica que nuestro país padece. Es impensable para cualquier sistema democrático que un porcentaje considerable de la riqueza quede en pocas manos, siendo la mayoría de la población ajena a los servicios públicos básicos y a considerables niveles de educación, sanidad, empleo y vivienda.
Asimismo, el protagonismo exacerbado de la representación política, dejando un margen muy estrecho a los canales de participación ciudadana, es incompatible con la democracia, si es que entendemos por ésta en su sentido Habermasiano como un sistema en donde las decisiones políticas se producen a través de un proceso dialogante y concertado de los diferentes actores sociales y políticos. Un crecimiento económico no garantiza mayor participación ciudadana, al contrario parecería hacerla retroceder.
No hay duda que el liberalismo económico promueve crecimiento económico. El reto consiste en lograr que ese crecimiento sea socialmente justo en cuanto a su distribución, y que gran parte de la riqueza sea destinada a la educación y a la salud. La libertad es tan importante como la igualdad y la equidad. Un Gobierno que no sepa armonizar ambos principios, aparentemente contradictorios, será incapaz de sostener un régimen verdaderamente democrático.
30/12/06