jueves, diciembre 14, 2006

El sueño de la “Sudamérica solidaria” y la doble moral de García

La comunidad sudamericana de naciones (CSN) gestada en Cusco el 08 de diciembre de 2004, fue un hito trascendente que rememora el gran sueño de Simón Bolívar allá por el siglo XIX, y que evidencia la madurez y progresismo de la actual clase política. Pese a no contar con un patrón monetario único, el móvil que impulsó este “afecto societatis” fue el económico, razón por la que los países considerados Socios – Nación eliminaron barreras arancelarias y cuotas a la importación, pero también político, encaminado a la voluntad supranacional de lucha contra los gérmenes y flagelos que aquejan a la región.

La última cumbre de los Socios Nación se produjo en Cochabamba (Bolivia), al cual asistió el reciente electo presidente ecuatoriano Rafael Correa, y en donde los medios de comunicación estaban más atentos al impase suscitado, meses atrás, entre los presidentes venezolano y peruano. Lo cierto es que en ese aforo internacional, Alan García Pérez fue nuevamente fiel a la escopeta de 2 cañones, cuando en su disertación apeló a la unión de los pueblos sudamericanos para encarar el déficit educativo que aún es latente en la zona.

Al margen de lo acertado que fue García, pues a nuestro juicio Sudamérica arroja preocupantes niveles de educación, en comparación con los estándares norteamericano y europeo, su exclamación a la unión demuestra su doble moral. Por un lado apela a lo comunitario, pero por otro lado dinamita la unión. Cuando se encuentra en foros, cumbres, reuniones de Jefes de Estado, es partidario de la promoción de políticas comunes; cuando está en el Perú o frente a George Bush es enemigo de la comunidad sudamericana.

La mejor evidencia empírica de su doble moral es el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Aún cuando era clave negociar en bloque, merced a una propuesta compartida por Perú, Ecuador, Colombia, el lobby de los grandes grupos de poder económico, la derecha peruana neoliberal, los medios de comunicación, etc., se tumbaron el tripartito y lo que significa el sueño comunitario en la región. Cada uno fue por su lado de manera individualista: Ecuador suspendió la negociación y no habrá TLC; Colombia cerró su negociación después que Perú; y Alan García anda desesperado por conseguir la ratificación del TLC, ofreciendo dádivas a Bush como la apertura de nuestra soberanía para el ingreso de tropas norteamericanas.

Motivados por la teoría de la elección racional los neoliberales y las empresas multinacionales recurren a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) cuando saben que ello será provechoso para sus bolsillos; pero para el fomento de políticas sociales, la protección medio ambiental, el resguardo de las soberanías frente a la política exterior Norteamérica de intervención, la inmigración, las políticas de género, el combate contra la corrupción en las esferas políticas, la ayuda y apoyo a los sectores sociales excluidos, entre otros, la motivación no parecería ser la misma.

El libre tránsito de ciudadanos sudamericanos sin requerimiento de visas es una medida necesaria más no suficiente. Sería recomendable por ejemplo la creación de programas sociales supranacionales o subsidios a los países más pobres de la región. Brasil y Chile podrían apoyar (en la medida de sus posibilidades) a las zonas rurales más pobres de Ecuador, Bolivia, Perú. De otro lado, la extradición y expulsión de ex presidentes y funcionarios corruptos debería hacerse en base a procedimientos sumarios, existiendo la posibilidad de que sean juzgados y castigados severamente en cualquier Estado socio por tribunales de justicia imparciales.

El intercambio o comercio a bajos costos de medicamentos contra el VIH, por ejemplo, libre de impuestos o aranceles, es otra medida que la comunidad sudamericana debería impulsar. La eliminación de la discriminación por cualquier índole debería ser fomentada, siendo su práctica sancionada con penas severas; la protección ambiental y la explotación responsable de recursos naturales y energéticos deben atenderse con mayor ímpetu; el fortalecimiento del papel de la comunidad para corregir las perversiones del mercado debe promoverse, regulando en el sector donde sea razonable y prudente.

Aunque la experiencia de la Unión Europea sea rica y sugerente, no por ello perfecta, es necesario advertir los peligros que podría suponer el izoomorfismo mimético de dicho modelo. Los traumas de la segunda guerra mundial y un nuevo enfrentamiento entre Alemania y Francia, llevaron a sentar las bases para la gesta de una comunidad europea (a partir de la primigenia comunidad económica del carbón y el acero), inicialmente con 6 Estados Miembros, ahora compuesta por 25 países, y posteriormente con 29 (Rumania, Bulgaria, Croacia, Turquía), aunque las negociaciones con el penúltimo es aún incipiente, y con el último se han estancado por los impases con Chipre.

Nuestra realidad multicultural diversa y las graves carencias congénitas de la región, ameritan un modelo autóctono, cuyo objetivo primordial sea la consolidación de una Sudamérica solidaria, donde la cooperación y coordinación de los países miembros marquen la pauta del espíritu integracionista, máxime cuando la pobreza, la exclusión social, la discriminación imperante, la corrupción, el desempleo, entre otras, exige la unión para el logro de una comunidad económicamente justa y equitativa, políticamente estable, y socialmente inclusiva e igualitaria.
14/12/06
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