lunes, marzo 05, 2007

La iglesia católica y la gobernabilidad de un Estado

A lo largo de la historia los dos flagelos más grandes del planeta fueron, y son, las guerras y la religión. En nombre de ellas se han perdido tantas vidas humanas, y ambas hoy por hoy significan un obstáculo a la gobernabilidad de cualquier Estado. La doble moral que la iglesia profesa para inmiscuirse en la vida pública es comparable al pretexto que usan los poderosos para, en nombre de la paz, violar soberanía ajena e instaurar un supuesto orden de acuerdo a su propia percepción.

Si en la edad media la iglesia hizo su festín matando a miles de personas (recordemos las cruzadas, la guerra de las religiones a raíz de la reforma protestante, la guerra de los 30 años, y por último la inquisición), en la edad contemporánea son los Estados hegemónicos (militar o económicamente) quienes deciden sobre el destino de otros Estados. El tema medio ambiental, la famosa guerra preventiva, la lucha contra el terrorismo internacional, el pretexto de interdicción de armas nucleares y destrucción masiva, son sólo algunos ejemplos ilustrativos.

La religión católica, al igual que la musulmana, es por definición fundamentalista y ortodoxa. Lo mismo puede sostenerse respecto a otras iglesias, con ciertas reservas hacia los anglicanos y presbiterianos. Lo relevante en todo caso es la hipocresía natural que lleva dentro y la doble moral que comporta a la hora de dar lecciones de vida. Sus dogmas de fe casi siempre lo vincularon con gobiernos autoritarios, y por mantener sus privilegios decimonónicos estuvieron al lado de la derecha. Recordemos la Italia de Benito Mussolini, o la España de Franco.

Por estas razones la iglesia católica es contraria a todo intento de gobernabilidad. Su conservadurismo, tradicionalismo, machismo, dogmatismo, interés, doble moral, no encajan con los supuestos básicos de toda política progresista. En el Perú, los gobernantes de turno no han tenido cojones para evitar que la iglesia meta sus narices en política. El peso del voto de los cristianos católicos, apostólico, romanos, los han disuadido, al punto de no entender que la competencia de la iglesia debe circunscribirse únicamente a salvar las almas de sus fieles. Algunos ejemplos concretos:

En el tema del feminismo, quien se opone a medidas vanguardista para reivindicar a las mujeres es la religión. Desde la creación del hombre se muestra un machismo evidente. El hecho de que la mujer haya sido creada a partir de una costilla de Adán, denota dependencia. La tentación de Eva por comer la manzana prohibida del árbol de la ciencia arroja una carga valorativa muy fuerte, pues muestra una supuesta debilidad del sexo femenino. A raíz del pecado original el castigo impuesto a la mujer fue: “Parirás tus hijos con dolor”. Pues bien, la predominancia del hombre ha sido adoptada por la iglesia en su seno, ¿Algún fiel conoce a una obispo o arzobispo?; ¿De acuerdo al derecho canónico, podríamos tener a una mujer como la sucesora de Pedro, o a lo sumo como cardenal?; ¿Cuál es el papel de las monjas en la comunidad católica, ejercen acaso cargos de importancia?

Pero el papel de la iglesia es más que cuestionable cuando se abordan los derechos sexuales y reproductivos de la mujer. Cada vez que el aborto, como derecho libre y soberano, es puesto en la agenda pública de los gobiernos, quien se opone férreamente es la iglesia. Desafiando a la ciencia prescribe que la despenalización del aborto supone la legalización del mismo, atentándose contra la vida del que está por nacer. ¿Y la vida de tantas mujeres que recurren clandestinamente a practicar el aborto?; ¿La penalización del aborto ha significado una reducción considerable de su práctica?; ¿Acaso quienes lo realizan no se benefician de la especulación de una actividad ilegal?

Lo más aberrante es cuando en nombre de quien está por nacer la ley obliga a una niña de 9 ó 11 años, violada por algún “inimputable”, a cargar con un castigo que nunca buscó. Pero claro, oír la opinión de quienes son expertos en el rezo y la oración, es como escuchar a Aldo Mariátegui. Algo similar sucede con la distribución de las píldoras de emergencia, a cuyo efecto, dizque abortivo, se oponen los católicos. Ni qué decir tiene el matrimonio de personas del mismo sexo, la vindicación de lesbianas, homosexuales, por ejercer derechos civiles (patria potestad por ejemplo), la clonación, el uso de células madre, etc.

En el tema de la eutanasia sucede algo similar. Los fundamentalistas sostienen que la vida lo concede dios, y solo él puede quitarla en cualquier momento. No obstante, el dios misericordioso no es consciente del sufrimiento y padecimiento de personas dependientes de respiradores artificiales. Afortunadamente la lucha por la consecución de una muerte digna es cuestión de tiempo. Baste con soslayar que la Junta de Andalucía ya aprobó, luego de serios análisis, exámenes y recomendaciones, la desconexión de una mujer que depende de un respirador artificial hace 10 años. Ello será, sin duda, un precedente para España y un ejemplo dado desde una región autónoma.

No entramos a la doble moral del clero por ser ampliamente conocida. A ello se suma las concesiones económicas que el Estado otorga a la iglesia, gracias a la contribución de los peruanos, que a la postre genera desazón. Si Alan García se jacta de su gobierno por ser austero, debería suprimir de inmediato las subvenciones que el Ministerio de Justicia otorga anualmente al clero (véase en los anexos de las leyes anuales de presupuesto). ¿O es que ahora los acuerdos con la iglesia, al igual que con las mineras, son contratos leyes, y por tanto irrevisables?; si en plena reforma del Estado lo que mandan son los resultados ¿No habría que evaluar a la iglesia?

No hay duda que con la conquista española el peor castigo que pudimos heredar es la religión católica. Los problemas terrenales sólo pueden ser entendidos por humanos, y un divino por definición no puede ser humano, porque lo humano es perceptible por humanos, es contradicción, y sobretodo imperfección. Al fin y al cabo el dios sol o los “apus” fueron incondicionales, amorales, centrados en aquello para lo que existen, sin dogmas que profesar, y cuando fueron usados para explicar el orden social lo hicieron en positivo.

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