martes, octubre 10, 2006

Desmitificando la democracia participativa: 9 reflexiones en torno a su delimitación conceptual


La “crisis” de la representación política, aún vigente en algunas poliarquías de Latinoamérica, ha puesto en cuestionamiento -entre otras consideraciones- la concepción misma de la democracia, y es sin duda un factor causal de ingobernabilidad e inestabilidad política, que motiva a los politólogos reflexionar en torno a una reingeniería política, capaz de mantener un equilibrio racional de todo Estado estable.

En este contexto de crisis, un sector de la literatura académica considera relevante la promoción y práctica de la participación ciudadana, pues entiende su necesidad en aquellos escenarios cuyos gobiernos -por sí solos- son incapaces de ensayar soluciones a los problemas más gravitantes de una comunidad política.

Si bien la idea por la promoción de la democracia participativa posee argumentos sólidos casi unánimes a su favor, no hay consenso respecto a su delimitación, y es a este nivel donde se genera polémica constantemente, la que es alimentada cuando se confrontan opiniones divergentes. Sin embargo, el tema delibertivo argumental pierde sentido cuando se parla no en torno a parámetros conceptuales que guían su contenido esencial, sino en algunos mitos que se han creado alrededor de la democracia participativa.

En los párrafos siguientes, intentaremos -con las limitaciones debidas y habidas- desmitificar la democracia participativa, basándonos en algunos argumentos teóricos, comparativos y empíricos que puedan dar pinceladas a un tema sumamente complejo y multidimensional.

1. La democracia participativa es alternativa a la democracia representativa. FALSO.
La alternancia supone una relación disyuntiva que de por sí elimina una de las democracias. En ningún momento de la historia humana ambas figuras se contrapusieron, y si en alguna civilización o Estado moderno imperó una de ellas no fue debido a la crisis o infuncionalidad de la otra, sino a su inexistencia paralela en un momento determinado.

Lo correcto no es la alternativa sino la complementariedad de ambas formas, dado que hoy no puede entenderse la una sin la operacionalidad de la otra. La crisis de representación que experimentamos actualmente no se refiere a la debacle de los presupuestos básicos sobre los que se asienta la democracia representativa, sino a la disfuncionalidad de la forma de gobierno y a la poca operatividad de nuestro sistema electoral.

Un Estado será más democrático que otro cuanto más representativo sea y promueva diversos canales de participación. Hoy en día no existe ningún Estado en el planeta que no posea un Parlamento. Por lo tanto, la democracia participativa complementa, enriquece, le da soporte, a la representativa, pero no la excluye, ni la subordina jerárquicamente.
2. La democracia participativa es ilimitada o absoluta. FALSO.
Se trata de la afirmación más polémica suscitada en torno a la democracia participativa, dado que su dilucidación efectiva y contundente delimitaría los “contornos” de su contenido. En efecto, el debate versa sobre si esta democracia debe expresarse en una forma de autogobierno o poder popular, o basta una decisión ciudadana no vinculante, políticamente hablando.

Desde nuestra perspectiva, el que la voluntad ciudadana no participe directamente de las decisiones políticas (o lo que es lo mismo, no sea vinculante para el gobierno), no niega el ejercicio de una auténtica democracia participativa, al fin y al cabo lo determinante es la deliberación ciudadana y su intervención en torno a distintas políticas públicas (previa a su aprobación por el gobierno o Parlamento), y la fiscalización permanente del ciudadano, organizado o no organizado, de los actos de sus autoridades.

Sería impensable en el mundo moderno en el que vivimos someter a consideración ciudadana la estructura orgánica del aparato administrativo local o regional, la contratación de servidores públicos, la participación ciudadana en gastos corrientes del personal administrativo, temas tributarios o financieros, o en el diseño y formulación de políticas públicas técnicamente complejas.

Quienes abogan por el autogobierno o el poder popular tendrían que demostrar la innecesidad de la democracia representativa y la inutilidad del sufragio, cosa que de por sí resulta demasiado compleja. En este sentido, la democracia participativa es limitada en lo temático o en su esfera de actuación, pero ilimitada en cuanto a convocatoria, pues es mejor para la salud democrática cuanto mayor número de ciudadanos participe.

Probablemente se hayan dado en el Perú, o se viene dando, experiencias de autogobierno y poder popular, sobretodo en el ámbito rural. Ello de por sí es muy loable y saludamos su continuidad; no obstante, no se requiere necesariamente este aspecto para el éxito, concreción y funcionalidad, de la democracia participativa. No olvidemos que la participación directa será más fidedigna cuanto más pequeñas sean las jurisdicciones territoriales.

3. La democracia participativa es completa y acabada. FALSO.
La democracia participativa, como cualidad de un régimen político, siempre estará ahí, aunque el ejercicio concreto de una modalidad o mecanismo de participación ciudadana concluya, en el momento en que se produzcan los resultados esperados. El dinamismo que encierra posibilita una polémica constante en torno a su columna vertebral y a sus contenidos.

Es en ese carácter de inacabada e incompleta que la democracia participativa encuentra su propia optimización y desarrollo, porque de la dialéctica permanente se originan los gérmenes de su evolución y corrección.

4. La democracia participativa es uniforme y estandarizada. FALSO.
En el Perú, con realidades multiculturales diversas, con disímiles orografías, y con evoluciones políticas y sociales distintas, es inconsistente e irrazonable pensar en mecanismos participativos uniformes. El ejercicio de la democracia participativa no es igual en ciudades urbanas, en zonas rurales, en metrópolis; tampoco puede ser igual en una jurisdicción de 200 mil habitantes y en otra de 8 mil ciudadanos.

Los presupuestos participativos pueden ser muy significativos en unas realidades concretas (algunos países de Sudamérica), y en otras no, simplemente porque han desarrollado otras figuras como los Jurados Ciudadanos en España, los referéndums en Suiza, o aquellas modalidades avanzadas de los países nórdicos. De otro lado, el tipo de régimen político (parlamentarismo o presidencialismo), así como el nivel de institucionalidad política construida, predeterminan el nivel alto o bajo de la participación.

5. Un Estado con mayor democracia participativa es más gobernable y estable políticamente. FALSO.
El Perú y otros Estados latinoamericanos son ricos convocando a la ciudadanía para participar en los asuntos públicos de la nación, sin embargo no por ello son estables políticamente o gobernables. En España, los Jurados Ciudadanos ni siquiera están regulados normativamente, y su periodicidad es muy discontinua; no obstante, ¿Quién podría dudar de la estabilidad que actualmente goza el país ibérico?

Probablemente podría sostenerse que las experiencias nórdicas son estables por haber desarrollado mecanismos avanzados y permanentes de participación, pero a priori no podríamos establecer el sentido de la relación causal entre las variables estabilidad política – democracia participativa. Siguiendo a Karl Popper, la experiencia española nos basta para falsear la tesis de que una sociedad con mayor democracia participativa predetermina su gobernabilidad y estabilidad política.

6. La democracia participativa no es mutable. FALSO.
La democracia participativa es mutable, innovativa y renovada. La experiencia pre cristiana de Atenas con Solón, Clístenes, Perícles, difícilmente podría darse en la actualidad, pues en aquella época no existía ni la noción de representación política, menos aún la noción de Estado. Las polis griegas eran ciudades estado con menos de 5 mil habitantes, en las que era factible el ejercicio de la democracia directa.

La realidad peruana demuestra la mutabilidad de la democracia participativa, y si en la década de los ochenta fue una reivindicación de la izquierda los cabildos abiertos y la rendición de cuentas, a partir del año 2002 los presupuestos participativos han adquirido singular protagonismo, aunque en los noventa hubieron también experiencias municipales trascendentes (Limatambo por ejemplo).

7. La democracia participativa es solamente una reivindicación ciudadana. FALSO.
En sociedades carentes de voluntad participatoria, y con gobiernos medianamente representativos, la decisión de otorgar canales de participación ciudadana proviene de una iniciativa gubernamental. Se trata entonces de decisiones políticas top – down (de arriba hacia abajo), en las que la formulación y diseño de mecanismos participativos no nacen por reivindicación ciudadana.

Por contraposición, en sociedades de obediencias endebles y con alto grado de participación, son los ciudadanos organizados quienes han forzado y reivindicado distintos canales de participación, tratándose por tanto de una trayectoria del tipo bottom – up (de abajo hacia arriba).

8. El presupuesto participativo y los planes de desarrollo concertado son expresiones máximas de la democracia participativa. FALSO.
Ambas herramientas expresan una forma de participación ciudadana, pero no son todas, ni es la más importante en nuestro ordenamiento jurídico. Desde nuestro punto de vista, las expresiones máximas de la democracia participativa son el referéndum y la revocatoria del cargo público representativo, por constituir referentes claros de la democracia directa.

La democracia participativa puede ser directa e indirecta. Es la primera cuando la voluntad soberana del pueblo arriba directamente en una decisión política de carácter vinculante; es la segunda, cuando la decisión política requiere la intermediación de otros órganos, aunque haya habido previamente intervención ciudadana (proyectos de ley de iniciativa ciudadana, demanda de inconstitucionalidad por iniciativa ciudadana, presupuestos participativos).

9. Democracia participativa es un fin en sí mismo. FALSO
No se trata de un fin en sí mismo, sino que es un medio necesario -aunque no suficiente- para lograr la gobernanza. Por sí sola no construye ciudadanía ni identidad, pero sí permite que sectores sociales tradicionalmente excluidos en la vida política participen en los asuntos de interés público.

En medio de un mundo globalizado en el que cobra vital importancia las nuevas tecnologías de la información, la participación ciudadana se constituye en el arma de auditoria social y rendición de cuentas más crucial, con lo cual la calidad del gasto y la transparencia de la gestión pública tienden a efectivizarse.

A partir de estas nueve nociones debe ensayarse un debate racional sobre la democracia participativa, sin apelarse a criterios puramente emocionales.

Reza un proverbio: “No se trata de que el pueblo lo haga todo, sino de hacerlo todo para el pueblo.”
08/10/2006
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1 comentario:

Mario R. DURAN CHUQUIMIA dijo...

Felicitaciones por la claridad del concepto, reproduciremos los mismos en el blog sobre la Asamblea Constituyuente de Bolivia (www.laconstituyente.org