martes, octubre 10, 2006

Hacia una democracia interna en los partidos políticos peruanos

Conforme transcurre el calendario electoral peruano, la militancia de los distintos partidos políticos ha sido receptora de documentos elaborados por sus respectivos Comités Electorales Nacionales, entre los que destacan el cronograma de elecciones primarias, sus reglamentos Electorales, y otras resoluciones emitidas dentro del marco de sus estatutos.

Si bien los comités electorales son, y deberían ser, órganos autónomo e independientes de la dirigencia nacional partidaria -al igual que los Tribunales Nacionales de Ética y Disciplina- conviene recordar que no son una isla, y que por tanto deberían contar con instancias consultivas a efectos de tomar decisiones trascendentes en temas electorales.

Sabido es que la democracia interna de los partidos se garantiza no solo con innovaciones electorales de tipo procedimental, sino además con innovaciones de fondo que ataquen el problema de falta de representatividad y que eliminen progresivamente las conductas antidemocráticas que aún hacen gala los partidos políticos de élites.

A continuación vamos a sustentar nuestra discrepancia con la forma de elección de candidatos por listas, que algunos partidos lo han recogido, y con la figura del voto preferencial que otros partidos pretenden incorporarlo, reservándonos las últimas líneas del artículo para establecer una mejor propuesta que garantice una auténtica democracia interna partidaria.

El primer error de algunos reglamentos electorales partidarios es recoger la figura de la elección por lista. Al respecto, sostenemos que esta modalidad es nefasta y antidemocrática al igual que la designación a dedo. La clase política tradicional siempre necesitó disfrazar la elección a dedo para así conseguir legitimidad social, y no hubo mejor manera que intentar “institucionalizar” dicha práctica a través de la dación de una ley que lo encubriera.

Desde el momento en que la militancia no participa en la confección de las listas -pues ello recae en cierta élite enquistada legítima o ilegítimamente- y si aquellas son cerradas y bloqueadas, su margen de decisión se ve presionada a elegir por una u otra lista sin posibilidad alguna de lanzar propuestas alternativas, menos de conjugar candidatos de diferentes listas.

De otro lado, el sistema de listas despliega su funcionalidad en partidos políticos con sólida organización interna, carentes probablemente de diferentes tendencias o corrientes. En partidos en construcción, la elección por listas es apropiada para consolidar viejas revanchas y venganzas, así como para retribuir compadrazgos o “lealtades”. La realidad demuestra que la élite confecciona la lista discrecionalmente, según el grado de afinidad familiar, amical, sentimental, dejando de lado méritos políticos, vinculación con las bases sociales, trabajo partidario eficiente, etc.

La existencia de cifra repartidora en base a los porcentajes obtenidos por cada lista interviniente es poco eficaz tratándose de un número reducido de listas (de 3 para abajo). Sólo se fomentará la representación de los minoritarios o distintas tendencias cuanto más listas se presenten, porque con 1, 2 ó 3 la funcionalidad de la cifra repartidora se desvanece o pierde.

Alguien podría replicar nuestra tesis y señalar que existe plena libertad de los militantes para elaborar cuantas listas deseen, pero no podrán replicar el hecho de que la capacidad logística de la élite, así como sus prácticas de manipulación de las bases no es comparable a la de cualquier militante. En este escenario es muy improbable garantizar el principio de igualdad y se hace necesario apelar a figuras “correctoras” como el voto preferencial.

Pero ¿el voto preferencial es eficaz para corregir estas prácticas? Nuestra respuesta es NO, porque la práctica antidemocrática se viabiliza no en el orden en que los candidatos son presentados, sino en la elaboración unilateral de la lista. Por lo demás, la funcionalidad del voto preferencial y su utilidad al sistema político ha sido duramente cuestionado.

Más allá de sostener que el voto preferencial fomenta la competencia -muchas veces desleal- entre militantes del mismo partido, o que favorece a quien posee mayores recursos para su campaña, entre otras consecuencias perturbadoras del sistema electoral, los comités electorales partidarios deben acudir a otras fórmulas más democráticas, máxime si lo que se busca finalmente es el mayor respaldo ciudadano a sus candidatos.

La propuesta por tanto es introducir la elección individual o por persona a partir de precandidatos presentados por los militantes -delegados o no- en sus respectivos congresos regionales (tratándose de elecciones parlamentarias y regionales). Con esta fórmula, representantes estudiantiles, mujeres lideres, representantes campesinos, profesionales, líderes de opinión, etc. podrán ser candidatos a cargos públicos, aunque no sean de la simpatía de la élite asentada en un departamento.

Demás está decir que con esta fórmula de elección el voto preferencial no tiene cabida.
Es hora que los comités electorales asuman actitudes y reformas que vayan más allá de lo procedimental. Está dentro de sus facultades enmendar normas electorales que corrijan desviaciones o suplan vacíos, siempre para mejorar o potenciar la democracia interna, nunca para perjudicarla. En estos momentos de coyuntura electoral no pueden claudicar, caso contrario se incrementará el desazón en los partidos políticos.

06/12/2005

Fuente de la imagen:

http://www.espectador.com/media/notas_imagenes/20811_3.jpg

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