jueves, octubre 26, 2006

El ocaso de la descentralización. Una mirada crítica (Parte I)

Con cierta parafernalia por demás conocida en el partido de la estrella, el pasado 18 de octubre el presidente Alan García Pérez anunció las 20 medidas del proceso de descentralización, medidas que con ciertos matices fueron pomposamente aplaudidas por las ONGs, algunos gobiernos regionales, y un número de “expertos” en el tema. A ellos debo recordarles la frase de que en octubre no hay milagros, y así como fui uno de los pocos opositores a la improvisada integración regional, veo con mucha preocupación lo que se viene.

Una cuestión que frecuentemente se olvida es que la descentralización es un proceso politécnico; es decir, su trayectoria debe suponer un “feedback” permanente de diseños y estructuras técnicas, en la que el factor político no debe estar ausente. Con ello no estamos apelando a la dicotomía wilsoniana de lo político versus lo técnico -dado que a la hora de formular políticas públicas es complejo determinar el límite de tales componentes-, sino que simplemente sugerimos no tomar posiciones maximalistas, máxime cuando se desconocen los presupuestos básicos de la descentralización.

Es a partir de esta lógica que mi preocupación responde tanto al componente político, como al componente estrictamente técnico.

Desde el enfoque político es evidente que la motivación detrás del anuncio es eminentemente populista, electorero, y demagógico. No perdamos de vista que el ansiado contrapoder al gobierno central es pura retórica si el APRA, tal como lo presume y espera a la luz de las encuestas, consigue varios gobiernos regionales. Los “expertos en gobernabilidad” han olvidado que si el gobierno central tiene mayoría en el nivel regional no habrá contrapoder, sino componenda para legitimar privatizaciones, corruptelas, e ineficiencias en la gestión pública ¿Acaso el APRA no está en campaña?

De otro lado, Raza Urbina no es garantía de la efectividad de un buen proceso. Olvidamos que fue presidente de la comisión de descentralización del Congreso, ¿Qué hizo?; ¿Cómo representante de la nación dijo algo sobre el boicot de su partido al referéndum de integración regional? ¿Cómo opositor al régimen, fiscalizó o pidió informes responsables al CND toledista? Con el encumbramiento de Jorge del Castillo como el responsable político del proceso, resulta obvio el sometimiento férreo del CND al manejo político de la PCM (entiéndase a García); y que la susodicha contratación de los mejores cerebros para la administración pública fue fruto de un discurso florido barroco.

Asimismo, el APRA ha desconocido vilmente el aspecto planificador que subyace a la transferencia de competencias. El plan quinquenal, por errores que tenga, ha sido convertido en papel higiénico, pues resulta inequívoco que García, al igual que Fujimori, es enemigo a todo intento de planificación, y es por ello que anhela desaparecer el neonato CEPLAN, aprobado en la gestión de Toledo, pero que lamentablemente nunca entró en funciones. El papel planificador del CND será igual o peor que su gestión institucional.

Lo que en el fondo intenta García es emular, con ciertas variantes, lo que en los 70s y 80s hicieron Margaret Thatcher y Ronald Reagan (en Sudamérica seguidos por el dictador Augusto Pinochet). Mientras la dama de hierro redujo el tamaño del Estado -manteniendo racionalidad y austeridad del gasto-, centralizó el poder, recortó los servicios sociales, instauró herramientas de mercado para asegurar la eficiencia y eficacia de la gestión pública; el gobierno aprista pretende lo mismo, pero dada la coyuntura política, trasluce la idea de que está descentralizado el poder.

Una de las técnicas para evitar responsabilidades es hacer el papel de Pilatos. Desentenderse de la salud, educación, y de la mayoría de competencias sectoriales, dejando a los gobiernos regionales a su suerte. Con ello Alan quiere legitimar el centralismo, merced a una buena gestión pública de su gobierno, en tanto y en cuanto asumiría menos responsabilidades; y de paso le hace el favor a los neoliberales, pues ante el fracaso de gestión en los gobiernos subnacionales, se da la justificación perfecta para privatizaciones y el empleo de otras herramientas del gerencialismo en las administraciones públicas.

Para que el proceso de descentralización sea viable políticamente, se requiere declararla en emergencia, en tanto se generen las matrices para su funcionamiento. La idea es crear un Ministerio de Administración Pública, en cuyo seno estén 3 viceministerios claves: el de modernización de Estado y administración pública; el de conformación de autonomías y descentralización; y, el de planificación nacional. Cada uno con sus respectivas burocracias cualificadas y sus institutos de investigación.

Termino esta primera parte, dejando algunas interrogantes. ¿Algún “experto” ha podido encontrar, haciendo estudios comparativos, alguna experiencia descentralizadora, en la que se haya propuesto transferir competencias en menos de 2 años?; ¿Cuánto ha demorado en descentralizarse Alemania, incluso si fijamos como inicio la caída del muro?; ¿Creen que las comunidades autónomas españolas, los Länder alemanes, o los cantones suizos, podrían descentralizarse en 2, 3, 5 años?
26/10/06
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